La luz, amiga o enemiga.

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Una buena luz, puede disimular y esconder los defectos, a la vez que potenciar lo mejor de cada espacio o por el contrario mostrar los defectos y evidenciar espacios.

A la hora de poner en marcha la iluminación en un espacio, es conveniente saber todos los secretos que esta guarda, así bien, hay que estudiar la distribución del mobiliario, el color, las texturas, las superficies, los falsos techos…ya que todo esto determinará el efecto que la luz de como resultado.

Existen infinidad de soluciones, pero la diferencia está en que no resulta fácil escoger cual es la que manda sobre el espacio en cuestión. Cuando hablamos de luz, lo hacemos sin darle la importancia que realmente requiere, puesto que no es lo mismo el hablar de luz natural que de luz artificial, ni de como dirigirlas.

Debe quedarnos claro que el establecer puntos de luz artificial en un espacio, no nos dará más metros, ayudará a que los que tenemos, parezcan de manera sutil, mejor aprovechados, puesto que esta, acaba siendo un recurso que aporta orden y claridad. Para entenderlo mejor, si iluminamos un espacio desde su centro expandiéndose hacía el perímetro, tendremos la sensación de que el espacio se hace más grande, en cambio, si partimos de iluminar el perímetro de una habitación, expandiéndose hacía el interior, tendremos la sensación de que los paramentos verticales vienen hacía nosotros, se va estrechando la estancia. Una apuesta segura en cuanto a disponer la iluminación, es hacerlo en aquellos espacios que se encuentren libres, ya que de esta manera la luz no evidenciará aquellos metros de la estancia que queden ocupados por muchos elementos, dejándolos en segundo plano y potenciando así el espacio vacío, ayudando a que parezca mayor.

La luz natural tiene un efecto envolvente en el espacio, puesto que de por sí, es una iluminación dispersa, que abarca lo que nos interesa y lo que no, por ello dependiendo del proyecto en el que estemos, cabe la necesidad de domesticarla  y encaminarla según nos interese, o por el contrario dejarla en su propio cauce iluminando los espacios de forma difusa y general.

La luz es un recurso inmaterial, puesto que una vez que la dirigimos, aparece el binomio perfecto claro-oscuro, nace el juego de sombras que darán como resultado nuevos espacios, resaltarán los volúmenes, las formas y las texturas de los elementos, llegando a señalizar y matizar los ambientes de forma tímida pero elegante.

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